30 de noviembre de 2011

Ana Karenina - León Tolstoi

Cada vez que decido comenzar a contar la historia detrás de Ana Karenina, mi mente no puede ir más allá de la escena del suicidio de Ana. Llegué a ese momento harta del personaje, no de la lectura, ni de la historia, sino de Ana Karenina concretamente. Estaba hastiada de sus humores, de sus crisis y desvaríos.

La mayoría de los que nos embarcamos en este texto conocemos el final de la heroína, y yo no veía la hora de que ese momento llegara para concentrarme en los otros personajes y sacar de en medio a esta mujer esclava de la histeria.

Y el momento llegó. Ana decide acabar con su vida y lo lleva a cabo. Y ya nada más importa. Ni la desgracia ni la felicidad de cualquiera de los demás personajes que pueden haberme atraído en las páginas precedentes y que ahora han dejado de interesarme.

La tristeza y desazón de la muerte de Ana son el corolario perfecto de una historia que nos muestra cómo la hipocresía y la falsedad de la sociedad, que tiene numerosas varas de acuerdo a quien haya que medir, nos lleva, tanto como individuos y como grupo a la más terrible ignominia.

(¿quieren saber si la recomiendo? Por supuesto. Nadie debería dejar de leer
a Tolstoi)

23 de noviembre de 2011

Renacida - Susan Sontag (Primera parte del libro)

Hace ya varias semanas (semanas que se convierten en meses) que estoy con “Renacida” de Susan Sontag en mis manos. Mientras tanto, pasaron otros libros que comencé y terminé (como “La llave de Sarah” y “Ana Karenina”, que ya comentaré por aquí), y este primer tomo de los diarios de mi admirada Sontag sigue dando vueltas a mi alrededor.

Si bien aún estoy en la mitad de mi ejemplar, no sé si mi opinión con respecto a él pueda variar mucho (aunque deseo que así sea), salvo que dé un giro de 180 grados.

Hasta el momento no logré engancharme realmente con él. No sé si esto se debe a la edición de su hijo, quien quitó mucho de lo que su madre escribió e hizo que se perdiera el hilo y algunos elementos referenciales; a que Susan Sontag escribió sus diarios, al menos estos primeros años, casi taquigráficamente con las mismas consecuencias; o vaya uno a saber cuál es la razón.

Si bien contiene frases memorables (estamos hablando de Sontag, esto es inevitable), descripciones de momentos excepcionales para su vida, no hay –o al menos yo no lo encontré aún- lo que tanto se promete: un acercamiento a los inicios de la gran pensadora, a las bases que hicieron de ella una gran referente intelectual, a comprender cómo aquella adolescente del inicio se convierte en la mujer increíble del final.

Entre todas las reseñas que leí antes de comenzar con este libro, una decía que esta obra lograba que una amara u odiara a Sontag, pero que no dejaba espacio a la indiferencia. Yo creo que la propia Sontag es quien, a través de su obra y su pensamiento no nos permite las medias tintas, que fue su compromiso con –entre otras- las causas feministas, que logró que ella fuera amada u odiada. Pero no creo que sus diarios –al menos no esta primera entrega- haga que uno cambie su opinión, ni tampoco que aquellos que no la tienen puedan formarse una.

Quien quiera conocerla debe acercarse a sus ensayos, sus disertaciones e incluso sus novelas, no a estos diarios que en muchas casos son más una agenda y una interminable lista de cosas por hacer.

(¿cómo continuará?)


16 de noviembre de 2011

Comer, rezar, amar - Elizabeth Gilbert

No soy de los que leen libros de autoayuda. No es por prejuicio, simplemente que es un tipo de obra de la cual no he logrado nunca sacar algo en limpio. Pero aquí estoy, comentando este libro, luego de haberlo leído de cabo a rabo. Llegué a “Comer, rezar, amar” después de ver la película y enamorarme de Liz Gilbert. Ahora, al haber terminado de leerlo, puedo decir que no me enamoré de Liz Gilbert… sino de Julia Roberts haciendo de Liz (comentario al margen: amo a Julia Roberts. En esta película y en cualquier otra).

Otra cosa que rara vez me sucede es que me guste más la adaptación cinematográfica que el libro (la vez anterior me ocurrió con El Lector), pero aquí volvió a ocurrir (pero no creo que haya sido sólo la presencia de Roberts lo que logró este milagro, sino una adaptación de la obra que quitó todo aquello que me resultó, al leerlo, terriblemente pesado).

La narración de dos años en la vida de la periodista y escritora Elizabeth Gilbert (los más duros de su vida, según sus propias palabras en el libro), están narrados como en un diario íntimo. Las descripciones de los lugares que visita, las personas que conoce y las cosas que aprende se mezclan indiscriminadamente con sus sentimientos y, fundamentalmente, sus emociones.

Todo comienza cuando la vida de Liz Gilbert está de cabeza. Se siente fuera de lugar, frustrada y terriblemente triste. Metida en una vida que eligió sin pensarlo demasiado. Es una periodista y escritora exitosa en el plano laboral, pero cuya vida privada se desmorona a ojos vista.

Luego de dejar a su marido, pasar por un divorcio que la deja sin nada (literalmente) y terminar una relación posterior que la dejó más destrozada aún, decide emprender un viaje en el cual conocer el placer y descubrir la vida espiritual. Sus destinos son tres “I”: Italia, India e Indonesia. Comer como en Italia, rezar como en India y amar como en Indonesia (título completo del libro en castellano).

Y así es como Liz emprende su viaje, que pretende que dure un año completo, planificando estar cuatro meses en cada uno de estos países.

En Italia su personalidad extrovertida le permite relacionarse profundamente con numerosos habitantes de Roma, creando lazos que no se extinguirán cuando ella se vaya. Descubrirá el placer de la comida y no sentirá ninguna culpa (todo lo contrario) al devorar sin parar los platos más tradicionales de la península en cantidades industriales. Sus amigos le enseñarán el idioma, del que ella se enamora, y a disfrutar de las charlas y la buena comida en compañía de gente que la aprecia.

Luego de este festín de los sentidos –nunca mejor dicho-, llega el momento de la espiritualidad, de dejar de lado los placeres mundanos para zambullirse en el conocimiento del alma, buscando, fundamentalmente, cicatrizarla. Al llegar a India, Liz se hospeda en un Ashram, un lugar donde los fieles de todas las creencias van a meditar, a aprender a conocerse y a limpiar su alma para poder hacer frente al mundo. Cuatro largos meses pasa nuestra protagonista, sufriendo y luchando contra todo aquello que arrastra en su vida y de lo que no puede desprenderse. Aprende a ver en su interior, a mirarse con más detenimiento y sobre todo a perdonarse y quererse.

Y, tras ir de una punta a la otra, de los placeres absolutos al mayor ascetismo, decide ir a Bali. Un lugar donde ya ha estado hace unos años, y donde conoció a un gurú que le predijo que ella volvería a esta ciudad para enseñarle inglés y que, a cambio, él le enseñaría todo lo que sabía.

En Bali encuentra mucho más de lo que va a buscar. Se encuentra a sí misma, ese equilibrio que viene persiguiendo desde el principio del libro y que se le hace esquivo.

Me gustaron los pasajes en los que Gilbert cuenta sus experiencias directas con la gente y los lugares, describe los paisajes, cuenta sus experiencias y encontronazos con las diferentes culturas que va descubriendo a lo largo de los kilómetros. Incluso me divirtieron.

Se me hicieron muy pesados los tramos en los que descarga toda su perorata seudo religiosa. Aquí vale aclarar que soy agnóstica, por lo que mi comentario anterior no está relacionado con que me haya sentido atacada u ofendida en alguna creencia. Me agotó con su discurso de que ese descubrimiento espiritual que ella tuvo es el único camino hacia la felicidad. No me gustan los fundamentalistas (en ningún área).

15 de noviembre de 2011

¿Volviendo...?

Volver no siempre es fácil. Y volver a escribir públicamente luego de sentirse abandonada bruscamente por las palabras, es más difícil aún. ¿Habrán decidido volver realmente o son simplemente mis ansias de escribir las que me traen de vuelta a este lugar? ¿Habré vuelto igual de sola que cuando me fui?

No lo sé, lo iré descubriendo con el paso de los días y a medida que vaya tecleando cada letra, que quizás, sólo quizás, se conviertan en palabras.

(Los comentarios de libros que iré publicando en estos días fueron escritos, a la fuerza, durante este tiempo. No serán publicados en el orden en que fueron escritos ni tampoco en el que los libros fueron leídos. Irán apareciendo, así, a medida que a cada uno de ellos les llegue el momento de hacerlo).